La presencia femenina en este proyecto es relevante. Ellas son las encargadas de gestionar y promover los negocios. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Ana Guerrero. Redactora (I)
Una ‘isla’ en medio de La Floresta (Quito), en una casa histórica, se formó con el talento, la habilidad y el compromiso de más de 60 emprendedores.
Ellos impulsan marcas propias, con responsabilidad ambiental y con la bandera de la importancia de consumir lo local.
Se trata de Casa Kiki. Este espacio tuvo sus primeros pasos en una tienda virtual, a partir del portal Lifestyle, y desde abril de este año abrió enla calle Génova.
Llegar a la comunidad, como denominan sus integrantes, es alimentarse de visiones, talentos, compromiso con el planeta, con materiales sostenibles e intercambio de conocimientos.
Estefanía Cardona, experta en marketing, es la precursora. Recuerda que la página empezó hace nueve años. Luego se incorporó la tienda en línea. Un día recibieron la invitación para una feria «a la que llevamos todos nuestros bebés», como ella lo menciona.

Experiencias de la casa
Es un espacio compuesto por una galería donde cada pieza tiene una historia, que se puede conocer y hasta adquirir de martes a sábado, de 10:30 al9:30.
Están los productos para la piel que combinan la ciencia y la naturaleza, elaborados por Rafaela Vega del Castillo e lsabella Herrera, especialistas en bioquímica y diseño gráfico, respectivamente.
En la pandemia nació Cloud9 BioLab, cuando ambas coincidieron en la necesidad de productos más «democráticos», con investigación científica y el «buen diseño». Rafaela recuerda que, en la emergencia, luego de regresar de Estados Unidos, dejaron de importar los productos que usaba. Su madre le dijo: «¿y si los haces tú?». Y así fue. Se juntó con la amiga de la infancia y crearon bálsamos, despigmentantes y más.
En Casa Kiki también está presente el legado. Ese es el caso de las hermanas Sheila y Naomi Ayala, bióloga y estudiante de política, las creadoras de Imani, una marca de bisutería. En su caso, lo sostenible se inspira en la estética afro. Los colores vivos, que siempre han caracterizado a la madre de las jóvenes, son parte de su propuesta, junto con la guía de su padre y artista plástico.
María Fernanda Burneo le apuesta a Kikuyo. Son productos para el hogar, para reemplazar el uso de plásticos y los desechables. Por años ha trabajado en temas ambientales y con organizaciones no gubernamentales.

Encasa, como madre, se percató de que en la cocina casi todo lo que usaba era plástico. Se lanzó a la elaboración de artículos sostenibles y naturales. Servilletas, cobertores, bolsas para guardar vegetales en la nevera y más. En el proceso, trabaja con una fábrica nacional.
Para completar la galería, Gabriela Moyano comparte su experiencia en la galería + Arte, que surgió para dar espacio a artistas emergentes. Replica la experiencia de la comunidad de emprendedores, quienes cuentan con este espacio para montar exposiciones y presentar productos.
Kimberly Ortega, por su parte, creó Soak artstudio. La marca nació como un proyecto de universidad, fortalecida con la convicción de crear moda con fibras naturales. Empezó la carrera de ingeniería química. Luego estudió arte y se especializó en moda. Sin embargo, cuenta, los conocimientos de la primera incursión le han servido, por ejemplo, para elaborar tintes para las prendas.
Estefanía, quien está atenta a cada detalle y al impulso de las marcas, destaca el proceso de cada propuesta, la belleza de «comprar local y encontrar esta isla de tesoros», sin olvidar el consumo consciente. Es un espacio donde conviven la moda, el arte, la sostenibilidad y las tradiciones, de donde la gente «no se quiere ir».
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