El punto de encuentro de la celebración del Día Internacional de las Personas con Discapacidad fue la Cruz del Papa, el sábado pasado. Fotos: Julio Estrella / El Comercio
Evelyn Jácome. Editora (I)
Junto a los caballos y perros se siente en paz. Dylan tiene 9 años y una discapacidad psicosocial conocida como Síndrome de Asperger. No le es fácil socializar y le molestan los bullicios. Sin embargo, logró encontrar un momento de calma en medio de una metrópoli ruidosa y congestionada como Quito. Es un lugar donde se siente cómodo.
Su mamá, Elizabeth Pacheco, de 36 años, cuenta cómo la equinoterapia le ha ayudado a su hijo a enfrentar su discapacidad. Dice que la condición del pequeño ha hecho que viva usualmente aislado en su mundo; “ensimismado”, como ella lo define. Sabe que hay cosas que su hijo jamás podrá hacer como entender el sarcasmo, pues su pensamiento es lineal e inflexible.
Pero gracias al trabajo que ella ha hecho y las terapias a las que tiene acceso en Quito, lleva una vida casi normal. Incluso, estudia en una escuela fiscal. Dice su madre que allí hablan mucho sobre la inclusión y que tanto los alumnos como los profesores se han adaptado, pero advierte que fue difícil porque el mundo no está preparado para relacionarse con personas diferentes.
A Dylan le diagnosticaron ese síndrome a los tres años. Desde bebito, Elizabeth advirtió que él no toleraba los sonidos fuertes ni la luz. Cuando ella prendía la secadora o la aspiradora, él se molestaba más de lo normal.
Cuando entró a la guardería, no podía interactuar fácilmente con otros niños. Tampoco seguía la mirada, por lo que la profesora le pidió a su madre que lo llevara donde un profesional.
El pediatra le derivó al psicólogo, luego al terapista de lenguaje y a decenas de especialistas. Cuando lo diagnosticaron, su madre tomó la decisión de dejar de trabajar para dedicarse a su hijo a tiempo completo.

Una ayuda en el camino
De consultorio en consultorio dio con las terapias que lleva a cabo el Patronato San José. Antes de eso, Dylan difícilmente podía dedicarse a algún pasatiempo. En ese lugar ha recibido apoyo, incluso capacitación para padres. Recibe terapia de lenguaje, ocupacional y sus favoritas: canoterapia e hipoterapia.
A Dylan desde pequeño le gustaron los animales, pero por sus alergias no ha podido tener una mascota. Este es el segundo año en el que participa en estas actividades y su mamá nota el bien que le hace. Asiste una vez por semana a la escuela de agentes Metropolitanos, en la Loma de Puengasí. Dice que los terapistas y los policías son amables, y los animales son una bendición. Se dejan montar, acariciar y abrazar, lo que estimula a los niños.
Allí, Dylan encontró su espacio para compartir con otros niños. Es el complemento ideal para seguir superando sus limitaciones. Ahora no tiene tanto recelo a los extraños. Ya es capaz de mantener una conversación y sostener la mirada.
Rogelio Echeverría, director del Patronato, dice que los proyectos buscan garantizar la igualdad. Según el Consejo Nacional de Igualdad y Discapacidad, en el país hay 471 205 personas con algún tipo de discapacidad. De ellas, 67 418 están en Quito.
El Patronato cuenta con tres centros comunitarios (Conocoto, Carapungo y la 24 de Mayo), donde hay actividades para mejorar la calidad de vida de estas personas. Además, tienen puntos de atención en los barrios, gracias al trabajo con la comunidad. Las personas facilitan la casa barrial y ellos acuden con especialistas y todos los insumos para dar las terapias. Funcionan en Tumbaco, Chillogallo, detrás del Mayorista y Atucucho.
Dan atención a estas personas y a sus cuidadores. Además de la hipoterapia y canoterapia, otra de las actividades más demandadas es la acuática, en el Parque Cumandá. Trabajan con arte, música y realizan actividades de huertos orgánicos.
Para este año, el presupuesto que se destinó para atender a personas con discapacidad es de USD 121 000. Desde enero hasta octubre de 2022, han atendido a 2 381 personas con discapacidad y sus cuidadores.
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